Rebelde de siesta


Con un adiós que no termina de salir de mi boca, me pongo un disfraz que ya me queda chico,

y salgo a pasear por Chatolandia, mientras todos duermen.


Hasta los relojes duermen.


Los árboles se saben todos los chismes pero no los cuentan, que aquella fulana perdió a su hijo,

que ese mengano se pegó un tiro, que esa sultana fuma marihuana.


Pero parece que no saben nada de vos.


Mientras tanto, los sauces no paran de llorar lágrimas de miel, muchas veces no saben por qué lloran,

pero hoy lo hacen por mí, que no puedo llorar las mías.


Me convierto en la reina de esta soledad, mía, tan mía, y mi cabeza no soporta el peso de la corona,

y se cae.


Yo que tengo mala memoria, hoy soy toda recuerdos.


Ya quiero volver no estando muy segura de querer llegar.


Comenzaron los ruidos, esta ciudad de observadores despierta acalorada y apurada,

y es imposible pasar desapercibido.


Que suerte que llevo mi disfraz.


Cargo de semillas mis bolsillos y me voy con el sonido de las hojas quebrándose a mis pies,

ojalá me reciban las flores.


Buen viaje


Todos llevamos un mensaje
que debe viajar enormemente,
para llegar a ser leído.