Tres autorretratos peludos de Carina Garabato



Ombligo limpio


Mírate bien el ombligo
durante varios minutos,
y verás como entra y sale
Raquel Sánchez por su nudo.

Esta señora se encarga
de su pulido y limpieza,
usa un plumero naranja
que mueve con gran destreza.

Se pone un collar de estrellas
también luces en los ojos,
no vaya a ser que la vean
y supongan que es un piojo.

Le gusta comer pelusa
la que quita del ombligo,
también andar en patines
e ir a misa los domingos.

Cuidado cuando te rasques,
porque la puedes asustar.
Raquel se irá para siempre
y tu ombligo no brillará.

Cielos IV


Y me agarré en el aire.

¿Cuál botón apretarías?



Uno sólo por favor. La vida no es fácil.

Telekinesis Vegetal




Y un buen día, las plantas aprenderán telekinesis
y mandarán a todos los humanos y a sus cosas,
arriba, lejos, al espacio exterior.

Los aforismos de Rita Pelusa



1) Todo en la vida es un juego.

2) Si deseas algo, maulla fuerte y lo conseguirás.

3) No subas demasiado alto, si después te dará miedo la caída.

Próximamente el libro que compila más de 100 aforismos en tu kiosko amigo.

Rebelde de siesta


Con un adiós que no termina de salir de mi boca, me pongo un disfraz que ya me queda chico,

y salgo a pasear por Chatolandia, mientras todos duermen.


Hasta los relojes duermen.


Los árboles se saben todos los chismes pero no los cuentan, que aquella fulana perdió a su hijo,

que ese mengano se pegó un tiro, que esa sultana fuma marihuana.


Pero parece que no saben nada de vos.


Mientras tanto, los sauces no paran de llorar lágrimas de miel, muchas veces no saben por qué lloran,

pero hoy lo hacen por mí, que no puedo llorar las mías.


Me convierto en la reina de esta soledad, mía, tan mía, y mi cabeza no soporta el peso de la corona,

y se cae.


Yo que tengo mala memoria, hoy soy toda recuerdos.


Ya quiero volver no estando muy segura de querer llegar.


Comenzaron los ruidos, esta ciudad de observadores despierta acalorada y apurada,

y es imposible pasar desapercibido.


Que suerte que llevo mi disfraz.


Cargo de semillas mis bolsillos y me voy con el sonido de las hojas quebrándose a mis pies,

ojalá me reciban las flores.


Buen viaje


Todos llevamos un mensaje
que debe viajar enormemente,
para llegar a ser leído.

Cielos III


Los jefes del océano


Los Jefes del Océano
Tiburones Toro en Playa del Carmen
Por: Carina Garabato
Fotos: Marimar Ponce

Cuantas veces me habia escuchado decir que nunca iba a bucear.
Cuantas veces me aterrorizaba al ver, en la tele, la gente que buceaba con tiburones.
¡Están todos locos!, pensaba y decia que no, sacudiendo mi cabeza.
Que bueno que uno cambia con el tiempo.
Que bueno que aprendí a bucear, que bueno que bucié con tiburones.


Este fin de año me fui de vacaciones a Playa del Carmen, con la intención de visitar los jardines primaverales de cozumel y tal vez algún que otro cenote.

Cuando me dijeron de la posibilidad de bucear con tiburones, una inyección de adrenalina potenciada con pánico llegó hasta mi cerebro y un SI salió por mi boca. Ya no había vuelta atrás, ya la tarjeta estaba pasando por la maquinita.


Colaboración para Intervalo en superficie y la revista Intervalo de Oceanos

La batalla de los Blogs


Brilloso Brillante ganó una difícil batalla contra un durísimo competidor

¡Gracias a todos los que votaron y los que me siguen!


Alfredo, el tigre hobbit

La Sra. Amaranto


La Sra. Amaranto era una señora muy cuadrada.


No le gustaban los alfajores.


La rueda le parecía el peor invento de todos los tiempos.


Cuando jugaba al ta te tí siempre elegía cruz, sino, no jugaba.


En la época de los lunares, ella andaba de escocés.


No quería vivir en la tierra, ni en ningún otro planeta.


El Señor de los Anillos no le parecía una buena película, es más, decía que era una porquería.


En sus cumpleaños estaban prohibidos los globos y los confites.


Odiaba las paletas y las pelotas.


Ella no andaba con muchas vueltas, pero no podía mirar a nadie a los ojos.



Triste destino el de la Sra. Amaranto,


un día por esquivar una burbuja,


se cayó en un enorme pozo,


y pudo ver como se destrozaba su cuerpo


en millones y millones de bolitas.