Los dientes del abuelo Valentín

Los dientes de mi abuelo Valentín
contaban cuentos desde un vaso con agua.

Yo esperaba a que todos estuviesen dormidos,
para encerrarme en el baño y escucharlos.

Había que prestar mucha atención y acercarse bastante,
Uds. saben lo complicado que puede ser hablar debajo del agua.

A veces repetía cuentos, como el del señor del restaurante que comía palillos, pensando que eran palitos de pan.
Ese era su preferido, tal vez porque tenía que ver con dientes
y con ingenuidad.

Otro era el de la estrella de mar que deseaba brillar en el cielo.
Ese le encantaba, tal vez porque tenía que ver con agua y con soñar.

Que fantásticos los dientes del abuelo Valentín,
los recuerdo y no dejo de sonreír.

Duende punk


Lo único que quería una chica, era bailar Raffaella Carrá.

Y lo hacía sola en su cuarto frío, y cuando ponía play,
además se ponía ventoso.

Sacudía la cabeza por horas y horas, y sus pelos rubios,
eran como rayos que encendían las noches.

Un duende punk del barrio, la observó durante muchos meses,
y una mañana la agarró del brazo y se la llevó a la tierra del ritmo.

Dejando como rastro, un espectacular en la Colonia Centro.

Los vecinos del lugar, dicen que a veces, la ven bailar.

El cazador

Estaba soñando con un campo, una tarde de invierno, donde se te congela hasta el orgullo.
Jugando con mi aliento y con el viento a que fumaba.
Disfrutaba del sol tibio, casi rosa, que me hacía sonreír.
Podía sentir el olor de los jazmines, tierno, aunque no era temporada.
Una mano áspera me guiaba entre árboles que hacían hoyos en el cielo.

Se escuchaban unos patos, no muy lejos.

Nos acercamos y los ví, eran luminosos, fundiéndose en el agua.
Seguí la mano y era mi papá, y mi papá era un cazador.
Me suelta para agarrar su escopeta y apuntarles.

Y dispara.

Cierro los ojos y desaparece el campo, el orgullo congelado, mi aliento, el sol rosa, los jazmines, los hoyos en el cielo, y mi sonrisa.
La explosión seguía, eterna.
Abro los ojos, tengo mucha bronca, y me despierto con los patos volados.
Y un papa impostor, atrapado en una pesadilla, sólo con su escopeta.

historia especial para la ardilla suicida

El beso de los zapatos azules


El está gastado en la punta, ella tiene el tacón torcido.
Desde su andar nocturno, florece la misma ilusión.

Un beso de pies chuecos.

Pero rara vez les tocará.

Sólo cuando su dueña se pare raro.
Pero este beso es corto, y un poco incómodo.
O sólo cuando en un descuido de madrugada, los deje frente a frente.
Esos besos seran sus favoritos. Los más prolongados. Y en soledad.

Ojalá y ocurra pronto, antes de que pasen de moda y tengan que vivir separados en el clóset.