Las marionetas de la ventana


Emilio se fue a dormir la siesta ese sábado, como ya estaba entrenado.
Pero esta vez, y por primera vez en la cama de sus papás.
La habitación de ellos daba al patio de la casa. Cortinas blancas y semi transparentes, plegadas, que censuraban sutilmente y por franjas a la luz, como regulando, armonizando.
Se asomaba el verde del pasto, más intenso, menos intenso. Lo cortaba la pared blanca que daba al lavadero, con sus tres ventanitas exageradamente verticales y anti estéticas.
Emilio se fue quedando dormido, o por lo menos la sensación era muy parecida a las otras tardes de siesta.
Pero esta vez, algo rompió lo ideal, 5 marionetas pelijorras bailando igualito.
Tenían unos vestidos blancos con ribetes azul cielo de campo, y unos zapatos verdes limón, casi de payaso.
Sus pieles eran rosas, y tenían las mismas pecas.
Sus rizos de fuego, resortes desquiciados.
Y le bailaron un rato, mientras de fondo, la actividad en el patio era la de todas las tardes, unos mates calientes a la furia del sol.
Emilio voló, y se asustó. Y gritó con toda su fuerza.
Emilio tenía 4 años y algunos meses, y fue la primera vez que alguien no creyó en sus palabras.
Las marionetas aparecen de vez en cuando en su ventana, pero él las ignora.
Emilio no cree en su propia verdad, el cree en la verdad compartida.
Qué desperdicio de marionetas.

3 comentarios:

ix dijo...

me diste una idea con los zapatos verde limón

Paula Yalú o Paula de Sebastián dijo...

Vi pasar un cisne bonito...

Carina Alfonso dijo...

Si, si, yo tambien lo ví! Y llevaba a upa a una ardillita!